domingo, 4 de enero de 2015

Política y antipolítica en el fin de ciclo



La impotencia progresista solo atina a ver un “Estado (capitalista) en disputa” y desconoce las fuerzas sociales en conflicto. El “consenso democrático” y una democracia con la que se cura poco, se educa como se puede… y se reprime bastante. Pagarle a los buitres, pero “con dignidad”. La diáspora opositora y la anticorrupción como discurso antipolítico de las corporaciones mediáticas.

Estado en disputa y voluntad política

La tormenta desatada sobre la frase que condenó como “un curro” los derechos humanos (Macri dixit) vuelve a ser el manantial del cual beben los editorialistas de Página12.
Luis Bruschtein escribió el sábado una nota titulada “Turros y curros” contra la derecha que cuestiona el número de compañeros desaparecidos: “Plantear ese debate con los organismos, y no con los represores, implica asignarles a los organismos una responsabilidad que no les compete a ellos sino a los represores que mantienen su pacto de silencio y que sólo van aceptando las cifras de desapariciones que se han podido `certificar´”.
Qué hipócrita resultan estas líneas cuando es el propio Estado, que hace once años comanda el kirchnerismo, el que realiza la misma operación que Bruschtein denuncia al obligar a los sobrevivientes a testificar una y otra vez en decenas de causas sueltas para “certificar” los tormentos sufridos y los responsables. En cada uno de los juicios los compañeros y compañeras sobrevivientes deben “certificar” que fueron víctimas de un plan sistemático de extermino, un genocidio. La carga de la prueba debería invertirse y ser todos los miembros de las fuerzas implicados en la represión ilegal quienes demuestren su presunta inocencia.
Más hipócrita resulta a renglón seguido, donde en tan solo dos párrafos tira a la basura 30 años de lucha incansable para reconocerle, en cambio, a Néstor y Cristina, la responsabilidad en los avances parciales de los últimos años. El progresismo que niega a las fuerzas sociales y solo ve “el motor de la historia” en un supuesto “Estado en disputa” se olvida de lo tranquilo que vivieron los Kirchner en el sur y se enriquecían en la dictadura, las represiones del 19 y 20 de diciembre de 2001 en Santa Cruz donde los docentes y caceroleros que se agrupaban frente a "la rosadita" fueron dispersados a garrotazos por los grupos de choques del gobernador peronista Nestor K (cuando aún no era el kirchnerismo que conocemos). Por no mencionar el ensordecedor silencio de 30 años mientras en las calles eran los “sectores minoritarios” quienes sostenían esas banderas. Sólo como intento de canalizar la irrupción masiva en las calles con la cual se expulsaron cinco presidentes en tan sólo un mes a fines de 2001, surgió la “voluntad política” del kirchnerismo.
Ya que el Estado estaría en disputa, aprovechamos para solicitarle por este medio que tramite la apertura de todos los archivos de inteligencia que están en poder del Estado y que permanecen tan, pero tan guardados, como en la época de Menem.

Con la democracia se come, se cura y… se reprime

En el mismo registro, Edgardo Mocca señala que “el país atravesó agudas crisis, incluida la más profunda de nuestra historia moderna, la que estalló a fines del año 2001 y se cerró con la elección de 2003 (…) La deriva política de aquel derrumbe no fue ciertamente muy ortodoxa en términos institucionales, pero el problema del poder no se resolvió por la vía de la fuerza, lo que no es poco decir en nuestra historia (…) la democracia argentina encontró caminos de continuidad institucional y sometió esos caminos al veredicto popular libremente ejercido”.
Afirma luego que “estamos haciendo la experiencia de llevar los antagonismos políticos hasta sus niveles más agudos, manteniendo la plena vigencia de las instituciones y las libertades: la posibilidad de cuestionar la dominación en el marco de la continuidad institucional es un poderoso activo de nuestra democracia”.
Hay cuestionamientos aceptables y otros que quedan fuera del marco del “consenso” que nos ofrece Mocca. Cuando las patronales del campo desabastecieron el país durante meses, además de mantener cientos de piquetes en todo el país, el gobierno sólo recurrió a la artillería verbal. Pero cuando los obreros y obreras de Lear salieron a reclamar contra una patronal imperialista por sus puestos de trabajo, se envió durante meses miles de policías y gendarmes a cuidar los intereses de la empresa. Los trabajadores procesados en Las Heras, en un juicio totalmente fraudulento, poco tienen que agradecer a esta democracia.
Suena paradójica esta defensa de la democracia en general, cuando en las cárceles y comisarías de todo el país la Policía tortura y sigue asesinando jóvenes, como lo vuelve a poner en evidencia este informe aparecido en Rosario12, o cuando miles de represores que prestaron servicios en el llamado Proceso de Reorganización Nacional siguen en funciones. Ahí está Milani para recordarlo.
Como se sostiene desde la última revista Crisis, el progresismo kirchnerista, una mezcla entre alfonsinismo tardío y poder territorial, “cuando gana elecciones se reconoce en el gobierno pero no se reconoce en el Estado”, que mal que les pese, sigue siendo de clase, al igual que su democracia garante de impunidad.
Tanto el encarcelamiento de José Pedraza, amigo y aliado incondicional del ministro de Trabajo Carlos Tomada y la propia Cristina, como los límites a la represión que se sufre en cada lucha obrera o la infiltración de la Gendarmería con el Proyecto X, no fueron puestos desde un Estado en disputa –que de existir se estaría perdiendo por goleada- sino por la movilización incansable de los organismos independientes y los partidos de izquierda.

RUFO y después: empezando a negociar

Parte importante de la línea editorial de Página12 está marcada por la entrevista que le realiza Raúl Dellatorre al ministro de Economía, Axel Kicillof. También para Fernando Laborda de La Nación es un tema central la negociación con los buitres tras el fin de la cláusula RUFO.
Kicillof afirma que “Argentina demostró su vocación de pago. Ofreció una reestructuración por el ciento por ciento de su deuda y sólo quedó al margen el 7 por ciento, del cual los fondos buitre tienen una parte y pretenden realizar una ganancia del 1600 por ciento. Lo que decimos, desde una posición razonable y nada obstinada, es que queremos cumplir con todos pero en condiciones equitativas y sostenibles para el país”. Esa posición “obstinada” significa que el conjunto de los buitres reciban montos que conllevan ganancias del 300%.
Lejos de toda gesta antiimperialista o soberanista, la política del gobierno implica premiar a todos los buitres que especularon a costa de endeudar a la Nación. Como el mismo Alfredo Zaiat admite “Los buitres deberán decidir si quieren seguir sumando dólares que no cobran a su cuenta gracias a esas tasas judiciales, o recibir un pago con una ganancia igualmente inmensa pero bastante menor al de la sentencia Griesa”.
Por el momento, la cuestión central radica en si es posible un acuerdo o no en el corto plazo, un escenario que no termina de quedar claro. Por un lado porque el gobierno ya va de salida, lo que implica que un arreglo en algunos meses prácticamente no influiría en lo que le queda de gestión ni en el escenario electoral. Por el otro porque está poco claro si los mismos buitres quieren acordar o esperan a un nuevo gobierno “más afín”. La paradoja para los progresistas es que ese nuevo gobierno también podría ser el de Scioli como candidato del FpV. La historia tiene volteretas irónicas. Esta podría ser una de ellas.
Mención aparte merece la definición que hace el ministro cuando afirma que “El ataque simultáneo (de los Fondos Buitres, NdR) contra Argentina y Brasil está tratando de generar un descalabro financiero en la región. Hay una estrategia más generalizada que está utilizando la cuestión financiera como campo de batalla contra determinados procesos políticos”. La frase queda un poco a destiempo cuando todos los medios están informando y analizando el giro político en Brasil hacia la derecha, evidenciado en la composición de su nuevo gabinete y también en los anuncios de paquetes económicos que buscan ahorrar a costa del pueblo trabajador.
Los anuncios que indican un acercamiento mayor hacia EE. UU. son, al mismo tiempo, nubarrones sobre el futuro –ya en crisis- del MERCOSUR.

La apuesta antipolítica

El apocalipsis no llegó con la hora cero de 2015. Ni hordas saqueadoras, ni amotinamientos armados ni invasiones de buitres hitchcockianas asolaron las calles argentinas.
El Gobierno, pese a sus crisis permanentes, sigue marcando el paso, incluso de su propia declinación.
El archipiélago opositor cotiza menos que el dólar oficial, y el kirchnerismo ocupa todo el espacio político. Con Scioli, Berni, Milani y los jefes territoriales, cubre su flanco derecho. Con la conveniente polarización con la derecha cheta de Macri y sus discursos “anti derechos humanos”, los periodistas de Página 12 se empeñan en la arquitectónica tarea de apuntalar la, agrietada y a medio demoler, pared a la izquierda del kirchnerismo.
Las Corpos mediáticas ensayan semanalmente discursos para la oposición, pero a la ausencia de portavoces coherentes, se suma la dificultad de trazar un libreto alternativo a un gobierno que ha tomado la agenda que exigía la derecha y el empresariado.
Julio Blanck y Eduardo van der Kooy, desde Clarín, al igual Joaquín Morales Solá desde La Nación se repliegan al Rubicón de “la corrupción” y deciden ocupar el espacio de la “antipolítica”.
Aquellos que lucraron con la dictadura, voltearon gobiernos, impusieron leyes antipopulares, taparon corruptelas y crímenes estatales, se disfrazan nuevamente de “fiscales de la Nación” e igualan “política” con “negocios espurios e impunidad”. El objetivo es horadar el poder kirchnerista.
Lejos están de la sana percepción popular de que quienes gobiernan (oficialista u opositores) son una casta política parasitaria que utiliza al Estado en beneficio propio y de empresarios amigos.
Ni kirchneristas ni opositores pueden terminar con la corrupción, ya que ésta no descansa en principios morales sino en la sustancia del capitalismo y la función que los empresarios les asignan a sus políticos (y sus jueces), aquellos que Marx y Engels definieron como "un comité para gerenciar los asuntos comunes de toda la burguesía". ¿O no han sido grandes gerentes los Kirchner para la Repsol, Chevron, la banca, las automotrices e incluso la Sociedad Rural?
La vieja demanda de la Comuna de París para que todo funcionario público, además de ser revocable, gane lo mismo que un trabajador medio apunta a desnudar a los “gerentes” públicos de toda la clase capitalista.
Para ello hace falta una fuerza social y política que, entre los trabajadores, las mujeres y la juventud se proponga superar la impotencia progresista que disputa dentro del Estado (capitalista) y luche en las calles por construir su propio Estado, donde no haya patrones ni explotadores.

Eduardo Castilla
Comunicador Social @castillaeduardo
Sebastián Quijano

No hay comentarios:

Publicar un comentario